Cruzamos la frontera!

Por la tarde noche nos vinieron a buscar unos amigos al hotel. Primero nos llevaron a dar una vuelta por Old Town y la Plaza del Pasado, que es como la zona antigua de San Diego. Pensábamos ir a cenar por allí pero finalmente nos llevaron a Méjico. Nosotros pensábamos que no podíamos salir del país, pero resulta que sí. Así que nos fuimos a Tijuana a un sitio típico de comida mejicana, donde sorprendentemente pude comer comida NO picante, mejicana y bien rica.

Antes de llegar a la frontera hay que pasar una colina, y la vista de Tijuana al empezar a bajar la colina es impresionante, sobretodo cuando esperas ver un pueblecito pequeño, como nos pasó a nosotros, y ves la siguiente colina poblada de lucecitas, sin un solo hueco. Y es que resulta que Tijuana no tiene nada de pequeñito, sino todo los contrario, es una ciudad de casi dos millones de habitantes distribuidos en casas de una sola planta, porque no hay grandes edificios.

El restaurante está hiper-decorado, con unas vigas con refranes, las paredes llenas de carteles de corridas de toros, incluidas algunas en la plaza de toros de Las Ventas en Madrid, y tiene el techo lleno de tarjetas con dibujos. Son el bingo al que se juega en Méjico, que en vez de números son cartas con dibujos, y además tiene su propio lenguaje, que por supuesto tienes que conocer para poder enterarte de si ganas o pierdes.

Nos dieron una vuelta (en coche y con el seguro echado) por la zona más «alternativa», y que da la mala fama a Tijuana, con bares y otros «atractivos». Vimos algo que me pareció simpático: una «paletería», es decir, una tienda de «paletas», o sea, helados.

Volvimos a dormir al hotel y fin del cuarto día… cansados pero contentos, hemos estado en Méjico!

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